¿Dejo a mi criatura en la escuela infantil o que se quede conmigo? ¿Me espero a que empiece el colegio? ¿La dejo en la escuela infantil solo unas horas? Esta es una de las grandes inquietudes de las madres cuando tenemos hijos y aunque somos perfectamente capaces de decidir cuando, cómo y en qué contextos nos separamos de nuestras criaturas, los roles de género impuestos y el patriarcado siguen acechando.
Pedirle a una madre que se separe de su criatura, sea un bebé lactante o una niña de 10 años, es algo muy violento. El patriarcado nos machaca a las madres para que nos separemos de nuestras crías cuanto antes para volver a ser productivas, aunque se cargue la salud mental de ambas por el camino.
Dicho esto, me preocupa cuando esta «no separación» entre madre y criatura(s) es por otros motivos en los que ni siquiera nos paramos a reflexionar. Y no creo que lo hagamos suficiente en un contexto donde la crianza con apego nos invita de forma constante a que no nos separemos de nuestras criaturas.
Que haya un tipo de crianza que combate la mentira patriarcal de «dale un bibe y vuelve a currar, así haces algo más que criar», no sirve de NADA si no hablamos también de como nos influye a todas las madres el rol de género.
Crianza Radical
Y en esto de separarse de las criaturas (o no), se ve muy claramente como nos afecta tanto el mandato patriarcal de la «buena madre» como el hecho de que la gran mayoría de mujeres tienen parejas hombres muy poco o nada corresponsables.
La falta de perspectiva feminista cuando se habla de maternidad y crianza, provoca que nos quedemos en la superficie en vez de ayudar a las madres a detectar cuando nos quedamos junto a nuestras crías porque así lo queremos o por simple mandato, patriarcal o el que fomenta la crianza respetuosa, es decir, el de «buena madre».
A las madres nos sigue dando miedo darnos prioridad porque el rol de género nos mantiene encadenadas y la crianza respetuosa sin perspectiva feminista no invita a cuestionarse
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Mi postura con todo el tema de separarnos de nuestras criaturas es la siguiente: tiene que ser algo progresivo (una siesta en casa de la abuela, por ejemplo), escuchando nuestro cuerpo y siguiendo el ritmo que te marques tú y las criaturas. Y esto tampoco es la panacea por varios motivos:
- Es imposible hacerlo así cuando tienes que reincorporarte al trabajo.
- Las que hemos podido hacer algo tan “ideal” ha sido a costa de nuestras carreras laborales y nuestra independencia económica, algunas veces de forma temporal y muchas veces de forma permanente.
- Las monomarentales lo tienen todo más difícil porque las que tienen “maridos inútiles” por lo menos les sujetan al bebé mientras estan en el baño pero ellas ni eso. Con el desgaste físico y mental que supone.
¿Cuándo se convierte todo esto en algo perjudicial para nosotras?
Tener vida propia, seas madre o no, es MUY importante. No tiene sentido que esto lo tengamos (bastante) claro cuando estamos en pareja, pero no lo planteamos igual cuando tenemos criaturas. Aunque acabemos petando y viviendo nuestra maternidad en un estado permanente de irritación en vez de disfrutarla.
Las criaturas no necesitan a una madre que no tiene ni un minuto para ir al baño, necesitan a una madre con vida propia y sus merecidos descansos de su rol de criadora.
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Un ejemplo práctico: viajar solas o con las amigas
¿Cuántas madres renunciamos a irnos de finde con las amigas por nuestras crías? El patriarcado te anima a separarte de las criaturas para cuidar de la pareja – o sea, cuidar de ellos, los hombres, no vaya a ser que dejen de ser los protagonistas – También lo hace para que vuelvas a trabajar por simple interés capitalista. Y aplaude muy fuerte cuando nos separamos de las crías para ir a hacer deporte porque, hola sexualización de las mujeres. Recupera tu cuerpo que tenías antes de ser madre, el de ahora no es válido a ojos de los hombres y no nos sirve para cosificarte.
¿Qué pasa cuando es por ocio? ¿Como reaccionan los padres y el entorno cuando las madres se separan de sus crías para ir con las amigas? Una cena, unos bailes en la pista o un viaje de fin de semana a la playa… Ahí se activan todos los mecanismos y van desde la culpa hasta el «mira qué guarra, se arregla para irse con las amigas». ¿Es casualidad que las ‘malas madres’ se asocien a las mujeres que hacen esto? Nada es inocente en el sucio entramado del patriarcado, ni la culpa que sentimos ni la existencia de discursos polarizados entre la ‘mala’ y ‘buena’ madre.
Reflexioné sobre todo esto en un vídeo de IGTV y estas son algunas de las conclusiones a las que llegué:
- Culpar a las madres de no saber o no querer soltar el control es injusto y patriarcal. No es nuestra culpa que nos eduquen para que dediquemos nuestra vida a cuidar de los demás y nos dejemos siempre en último lugar (y muchas veces, ni eso).
- El patriarcado nos socializa como mujeres y nos inocula un rol de género que afectará a la hora de decidir como, cuando y de qué manera nos separamos de nuestras crías.
- Hay millones de madres que soltarían ese control ENCANTADAS, pero NO PUEDEN porque los padres de sus hijos no se comportan como los adultos funcionales que deberían ser.
- Hay madres que no se atreven a soltar el control porque dudan de las capacidades de sus parejas hombres para cuidar de sus criaturas. Habrá muchas veces que acertaran, pero otras tantas que se sorprenderán gratamente. El rol de género impuesto también afecta a los hombres, no en plan «pobrecitos» si no porque se aprovechan de las falsas creencias. Un mensaje para ellos, que tienen un morro que se lo pisan: no hay NADA que los hombres no puedan hacer igual que nosotras en la crianza excepto dar teta.
- Hay madres a las que el cuerpo les pide estar con sus crías y sienten que no necesitan ni quieren separarse de sus crías. Animarlas a preguntarse si es una necesidad real o una influencia de lo que la sociedad y la crianza respetuosa (y nosotras mismas) consideran que es una «buena madre» es vital.
- Una parte de la maternidad feminista está secuestrada por un discurso neoliberal que tampoco invita a cuestionarse nada porque todo vale: «Haz lo que quieras, te van a juzgar igual».
Hay que cambiar el foco y señalar el machismo de los padres
Muchas de las madres que crían junto a parejas hombres, tienen al lado personas con las que no se puede contar por qué ellos no se comportan como los adultos funcionales que deberían ser.
Lo que se traduce en madres asumiendo todas las cargas y padres acomodados en su papel de “no sé hacer nada porque soy un hombre”. Y si esto pasa, es por su privilegio como hombres, nadie les criticará por ello y mucho menos serán juzgados como «malos» padres.
La sociedad, y algunas mujeres feministas, sigue pensando que las madres no nos separamos de nuestras crías porque no sabemos desprendernos de nuestro rol de género. Ellas, igual que el resto de la sociedad, ponen el foco en nosotras y en si las madres ‘soltamos el control’ o no. En vez de ponerlo en los padres, que se aprovechan de esta situación para acomodarse en su papel de «no sé hacerlo porque soy un hombre». Hay que exigirles a ELLOS que se hagan cargo de sus crianzas y que lo hagan BIEN y no lo conseguiremos mientras el foco siga puesto en nosotras.